Memoria y Tolerancia

Hace un mes, quedamos consternados por el descubrimiento realizado en el Rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco. A partir de ese momento, hemos sido testigos de hechos vergonzosos por parte de las autoridades. Es imposible entender por qué no intervino la fgr desde 2021 cuando la Guardia Nacional y el Ejército lo identificaron como un lugar donde se retenían personas.

Resulta inexcusable que haya sido alterado el espacio para entorpecer las investigaciones forenses. Es incomprensible la actitud de la Presidenta para evitar que se nombre a este sitio como “campo de exterminio”, tratando de que se le llame como “campo de entrenamiento”, parece que busca disminuir la magnitud de la tragedia ocurrida. Lo único rescatable han sido las declaraciones de Omar García Harfuch, quien informó que, de acuerdo con las confesiones del “Lastra”, encargado del reclutamiento del cjng en el Rancho Izaguirre, existieron detenciones forzadas, tortura y asesinatos, aunque también evitó llamar al sitio como un campo de exterminio.

Con lo anterior en mente, la semana pasada acudí a una comida en el Museo Memoria y Tolerancia, organizada para reconocer a las personas que, en sus ya casi 15 años de vida, se han distinguido por su trabajo y compromiso en la construcción de este maravilloso proyecto. A estos personajes se les otorgó el nombramiento de “Pilares”, recayendo la distinción en Alan Cohen, Oscar Cazares, Simón Galante, Sonia Arakelian, Nathan Shteremberg, Alex Barky y en su visionario Primer Presidente de Patronato, Isaac Chertorivski. Cabe señalar que todos los presentes también ovacionaron a Sharon Zaga y Mily Cohen, gestoras de la idea y responsables de conjuntar muchas voluntades para hacerlo realidad.

Había asistido al Museo en dos ocasiones, ambas en eventos oficiales, confieso que nunca había visitado sus diferentes salas. En esta ocasión pude hacer un recorrido guiado, mi sorpresa fue enorme. Es un espacio que realmente cumple con su misión: “Difundir la importancia de la tolerancia, la no violencia y los Derechos Humanos. Crear conciencia a través de la memoria histórica, particularmente a partir de los genocidios y otros crímenes. Alertar sobre el peligro de la indiferencia, la discriminación y la violencia para crear responsabilidad, respeto y conciencia en cada individuo que derive en la acción social”.

Creo sinceramente que ahora que sabemos que no sólo existió Teuchitlán como campo de exterminio del crimen organizado, sino muchos otros identificados en el propio Jalisco, Tamaulipas, Veracruz y en múltiples zonas de la Laguna, Coahuila, es un buen momento para destacar el valor de espacios educativos como el Museo Memoria y Tolerancia en la generación de una cultura sensible al sufrimiento humano y respetuosa de la dignidad de todas las personas.

En este Museo no solamente se ven imágenes o recuerdan fechas y personas, también despierta sentimientos y emociones. Al recorrer sus diferentes salas es natural ponerse en los zapatos de las víctimas de exterminios, entonces las palabras se quedan cortas. ¿Cómo transmitir la desolación y el absurdo? Es como imaginar un mundo que se desvanece gradualmente en un silencio escalofriante. Sentir las miradas antes cálidas, ahora frías, distantes, acusadoras. El miedo que no deja dormir, los insultos, los golpes, la humillación. Sentirse desposeído de los derechos más básicos. Percibirse en un pequeño vagón de tren, sin ventilación, transportado como ganado con otras 70 personas por varios días, sin espacios para asearse. Las preguntas constantes: ¿Por qué? ¿Qué hice para merecer esto? ¿Cuál es el sentido de tanta destrucción y odio?

En el otro extremo también surgen preguntas sobre lo que los perpetradores de estos infiernos formulaban en sus mentes. ¿Cómo conciliar su ideología con la realidad de la brutalidad de sus actos? ¿En qué punto el discurso dominante de odio hace ver al otro como un ser indigno que merece la muerte? ¿Por qué no conmueven las suplicas y el llanto de niños, madres y ancianos? ¿Qué honor puede representar formar parte de una maquinaria de muerte?

El Museo Memoria y Tolerancia también me invitó a tratar de ponerme en los zapatos de un joven desaparecido, reclutado para servir al crimen organizado. Solo puedo imaginar un infierno sin nombre. Un miedo que todo consume, no saber a dónde te llevan, sin entender qué hiciste mal. Manos rudas que te sujetan, golpes, una camioneta alejándose a gran velocidad. Los recuerdos que van y vienen de mi madre, de mis hijos y esposa. Dolor, golpes sin razón, no puedes quejarte y mostrar debilidad o te matan. Amenazas de que morirás como perro. Perder la noción del tiempo. Encontrar al muchacho de cara golpeada que durmió junto a ti colgado o despedazado al día siguiente porque trato de escapar. Al final ¿qué gana? ¿La indignación, la rabia, el instinto que levanta el arma cuando te lo ordenan o disparar para vivir un día más? Pero incluso si sobrevives, ¿qué queda de ti? ¿Qué queda del joven que una vez soñó con otra vida? Tal vez nada. Tal vez ya está muerto, aunque su cuerpo siga respirando.

Quedará el consuelo de que cuando esto se descubra, las autoridades habrán de designar a este lugar como “campo de entrenamiento”, dando solución a tanta tristeza y dolor.

Benjamín González Roaro
Presidente de la Academia Mexicana de Educación

Compartir noticia

Últimas noticias

más noticias...
Related

Normalización del horror

El pasado 5 de marzo, el grupo “Guerreros Buscadores...

8 de marzo, historia y simbolismo

Mañana se celebrará el Día Internacional de la Mujer...

Esteban Bautista: Lo logrado en menos de 100 días

Columna Sin Nombre | ESTEBAN BAUTISTA: LO LOGRADO EN...

Esteban Bautista Hernández, un historial de lucha social a prueba de calumnias

LA COLUMNA: EL NIGROMANTE Xalapa, Ver.- Cuando se cuenta con...